50 cm X 50 cm (aprox)

Me enfrento a diario a una hegemonía temporal, la aceleración. Está presente en cada lugar, acosado por un tiempo que nunca es suficiente, experimentando la realidad desde una desincronización, no alcanza el tiempo, no es suficiente. Un tiempo dado por la máquina, el reloj, la tecnología, la virtualidad, cada día los objetos buscan funcionar más rápido, el celular, el pc, ser más veloces, subir y descargar archivos con un click, acceder a información de forma inmediata, comprar y recibir en la puerta de la casa en el menor tiempo posible. Una especie de mecanismo que quiere eliminar el tiempo en cuanto la aceleración es tal que ya no logramos esperar, llevándome a ser un sujeto desbordado. Un paso atrás siempre. 
Dibujar se ha convertido en un esfuerzo por experimentar el presente a contra tiempo, un presente detenido, distendido, lento, que late. Recuperar la soberanía sobre la existencia, sobre el tiempo. Permanecer en las imágenes, en los detalles, en la plasticidad que estos conjuran. Dibujar de la forma menos eficiente, más demorada, Reivindicar la experiencia sobre el presente.
MANDALO # 2

Los monjes tibetanos, practicantes del Budismo Tántrico, en sus diferentes y abundantes celebraciones que se desarrollan en el año, construyen dependiendo de la festividad un Mándala o palacio divino que es destinado a un dios determinado, cosa que no resulta contradictoria dentro de la cosmogonía no teísta del Budismo Tántrico, ya que la figura o construcción de dioses son para los iniciados tántricos meros instrumentos para despertar la mente, algo que persiguen en este caso al elaborar él mándala como forma de trascendencia.
Las mándalas son construcciones graficas de alta calidad y simbología de gran tamaño, elaboradas a base de distintas tierras y minerales de vividos colores los cuales son colocados del centro hacia afuera de forma artesanal por los monjes que son designados para elaborarlas, graficando distintas escenas y representaciones de la deidad a la cual es dedicada. Este proceso suele ser dispendioso, y requirente de grandes cantidades de tiempo consecutivo.
Al terminar tan compleja elaboración, estas piezas son retiradas al barrer y almacenar las tierras de colores en sacos que luego son desechados, la pieza no tiene ningún valor más allá de ser un dispositivo en su búsqueda de un estadio de conciencia alrededor de la práctica y el tiempo, que va anclado a su forma cosmogónica de entender el mundo. Una práctica que está directamente relacionada con la meditación, forma rutinaria máxima de trascender.
Esta serie de MANDALOS, rosetones de frailejones, es una forma de pensar, de meditar, es la construcción del templo. La realidad es un chiste dice un personaje. Otro me dice que hay un estado llamado Rigpa, una especie de conciencia primordial, y esta está en mí.  Me llevo a un estado de contemplación sostenido y permanente cuando dibujo, me enfrento al vértigo del pensamiento a ver si con el detalle y las líneas mecánicas este se calma.
Mis líneas son bruscas, son como cortes en la madera, pero son pequeñas y son muchas, se amalgaman en una estructura delicada, una paradoja. Me encuentro abandonándome a la acción de ver, y de aruñar.
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