“Ustedes, lectores, ¿no han experimentado nunca, al entrar en alguna de esas salas, la impresión de que la claridad que flota, difusa, por la estancia no es una claridad cualquiera, sino que posee una cualidad rara, una densidad particular? ¿Nunca han experimentado esa especie de aprensión que se siente ante la eternidad, como si al permanecer en ese espacio perdieras la noción del tiempo, como si los años pasaran sin darte cuenta, hasta el punto de creer que cuando salgas te habrás convertido de repente en un viejo canoso?” (El elogio de la sombra. Junichiro Tanizaki)
Estar en las altas montañas nubladas, en el páramo, es lo más cerca que he estado de experimentar esa “aprensión” de estar frente a la eternidad. Hace algunos años realice la serie “¿Cuántos frailejones necesita un dibujante?” compuesta por los dibujos de diferentes frailejones del paramo el Tablazo de Subachoque. En su momento el desarrollo de estos dibujos fue un dispositivo de mirada y sobre todo de permanencia en la mirada, una forma de construir un ojo particular que se permite y obliga a estar. Luego desarrolle ejercicios aun mas extenuantes de permanencia en la reiteración de un calco, dibujos detallados que me implicaban horas de observación de un fragmento, una desarticulación de la imagen tal que solo queda arrogarse a la mecánica misma del dibujo.
El dibujo ha mutado del momento en que estos frailejones formaban un ojo, una mirada, una relación con el oficio, a un interés de llevarme a una mecánica del dibujo que me permita en el mejor y mas afortunado de los casos lograr encontrarme en esta repetición continua, en un mantra compuesto de líneas que cada día son más frenéticas, como si quisiera salir corriendo de esta tortura autoimpuesta.
Luego de terminar “Caudal- Río conflicto 2” necesitaba regresar a las montañas, a los frailejones, ya para este momento había dibujando frailejones de varios paramos de la sabana, de diferentes dimensiones, ángulos, tipos, ¿Cuál era realmente la pulsión o el origen de esta, que me llevaba de regreso a los frailejones? Decidí buscar nuevamente los frailejones que había dibujado hace varios años, visitarlos nuevamente, observarlos como lo hice en su momento, regresar a ellos. Busque el primer frailejón que dibuje, allí estaba indeleble al tiempo en el paramo del tablazo, enorme, como si siempre hubiera estado allí, y como si siempre fuera a estarlo, algo así como una certeza.
Debía dibujarlo nuevamente, pero dibujarlo tal cual y como es, esta vez sumergirme aún más profundo, no sé si en él, o en mí, o quizá sea lo mismo. Surge “de frente al fraile” un dibujo que estoy haciendo desde la mitad del 2023 y que aún no logro terminar, dibujar en escala uno a uno este primer frailejón.
Por motivos técnicos, de escala, resolución y capacidad, dividí el dibujo en tres lienzos, estoy por terminar el primero (4 junio 2024)