¿Cuantos frailejones necesita un dibujante?
Vivo entre montañas frías muy cerca a paramos, suelo caminar hasta allí, observar los frailejones erguidos sosteniendo su pasado, haciéndolo parte de sí, es una metáfora inspiradora. Sin embargo su estructura, su arquitectura me es compleja, ajena, como si estos de alguna forma no fueran totalmente plantas, pueblan los altos paisajes donde el viento es recio y cortante, sin embargo al tacto son delicados, frágiles. Cuando dibuje: Calco uno y dos: sesenta y tres kilómetros elevados, el dibujo del páramo fue todo un reto, las formas orgánicas que apelaban al gesto más que a la forma concreta, trasladaban el dibujo a una suerte de sensación, de textura visual que se configuraba de múltiples formas completamente distintas a la utilizadas en la ciudad, cuando regrese al mismo lugar del dibujo observe con detenimiento los frailejones que viven allí y de alguna manera sentí que la extrañeza del frailejón contenía la esencia de las líneas que se me dificultaron en el paisaje, intento hacer un pequeño paramo, una serie de dibujos de frailejones que me permitan escudriñar esta extrañeza.
Hay actos fallidos de la mirada. Entre ellos, la pretensión de la contemplación de un frailejón. Cuanto más le miras, más te da la espalda, tornándose en un objeto fotogénico, paisajístico, turístico. Entre Humboldt y los estados de Instagram encontré un espacio estrecho para un dibujante y un frailejón. Estos dibujos surgieron de esa estrechura de la percepción, a través de caminatas permanentes por los páramos, donde reinan las espeletias.
El páramo del Tablazo en el municipio de Subachoque se despliega por uno de sus lados en un valle amplísimo, donde los frailejones se enseñorean felices y majestuosos. El páramo del Guamal, en el mismo municipio, es más turbio y va de soslayo; los frailejones allí son más amargos, gruñones, pero fueron los primeros que no me dieron la espalda. El dibujo surgió en el esfuerzo por verles, por llamarles. Me llevé el primero en apuntes hipotérmicos y en fotos. Breve, me dije. Resultó que uno solo tomó más de un mes de labor febril, imposible. El frailejón transmite algo de su longeva temporalidad a través de los laberínticos trazos, el frailejón me devuelve la mirada y deja de ser paisaje para aparecer y manifestar el pensamiento complejo de la naturaleza y el cosmos, que, a través de él hicieron del dibujo una perforación en mi conciencia, una revelación de estar siendo mirado por esas antiguas creaturas.
Este proyecto desarrolla una serie de diez grabados digitales en los que la escritura es un contrapunteo con la temporalidad de la imagen dibujada, escritura que registra intensidades de la percepción pernoctadas en la ejecución misma, tal que el espectador tiene en sus manos -a sus vistas-, una suerte de memoria de los quebrantos del proceso durante la creación, en la forma de notas y garabatos en los que el dibujante pretende expresar la complejidad del encuentro con cada frailejón.
Grabados impresos y enmarcados, Plano de montaje. Feria del Millón 2020